© ANATOMÍA DE LA ÓPERA. Desde sus orígenes hasta el siglo XX
El siglo de Jenůfa. Las óperas que cambiaron todo [ 1900 - 1950 ]
© SANTIAGO MARTÍN BERMÚDEZ
© Sobre la presente edición: Ediciones Cumbres, 2015
Cubierta: ID 9206711 © Igor Korionov | Dreamstime.com
Cubierta posterior: Janáček: La excursión del. Sr. Brouček a la Luna.
Teatro Nacional de Brno. Producción de Pamela Howard. Foto: Jana Hallová
Las ilustraciones han sido cedidas por el Autor.
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Colaboradora editorial: Elena Soto
Dirección editorial: Mayda Bustamante
ISBN: 978-84-943713-9-4
Depósito Legal: M-5479-2016
Ediciones Cumbres, agradece las autorizaciones para reproducir fotos, que tan gentilmente nos han facilitado Javier del Real y el Teatro Nacional de Brno.
Fragmentos de este libro aparecieron antes en otras publicaciones, como la revista Scherzo, la revista Ritmo, libros programa del Teatro Real de Madrid y del Gran Teatre del Liceu de Barcelona, de los Amigos de la Opera
(Madrid), dels Amics del Liceu (Barcelona), del Liceo de Cámara de Caja Madrid, y programas de mano de diversas orquestas (Orquesta y Coro Nacionales de España, Orquesta Sinfónica de RTVE y otros medios).
El siglo de Jenůfa es un recorrido apasionado y apasionante por las óperas compuestas en la primera mitad del siglo XX: Debussy, Berg, Prokófiev; y, sobre todo, el checo Janáček, el gran descubridor de los lenguajes para el teatro lírico. La ópera es teatro. Y advierte el autor: en ópera “la dramaturgia es la música”. A este libro seguirá otro para completar las óperas de ese medio siglo que es todo un siglo. Un libro que no rehúye la polémica en torno a escuelas, títulos, escena. Pero no la busca.
Teatralidades y avisos
En este libro en dos volúmenes analizaremos la aportación de grandes operistas en un vasto periodo que se inicia en el año 1900, hasta la segunda guerra mundial.
El autor considera que la ópera es teatro, pero teatro muy distinto al “teatro dramático”, lo que se llamaba “teatro de verso”, aunque fuera en prosa. Pero también considera, y así lo repetirá a riesgo de irritar a algún lector, que, en ópera, la dramaturgia es la música. Ahora bien, las relaciones entre libretista y compositor suelen ser fértiles… o conflictivas. En la época que consideramos, los compositores son a menudo sus propios libretistas, como comprobaremos.
Permítanme tres citas sobre la cuestión, antes de empezar. Se refieren a compositores muy distantes en el tiempo, muy anteriores, cada uno perteneciente a un siglo.
“En Quinault, tan pronto es el dramaturgo quien guía al poeta y le insufla una claridad, una firmeza de expresión, una facilidad de afirmación extraordinarias, como el versificador que se somete al gusto dominante y se desliza por las pamplinas galantes.” Jean-Marie Villégier: Un sueño negro habitado por un sol. En el programa del Teatro de la Zarzuela, 1992, con motivo del estreno de ATYS, de Lully y Quinault. Villégier era el director de escena. El compositor, no nombrado en la cita, es Lully, claro está.
“Calzabigi y, sobre todo, Gluck demostraron, al sacar adelante sus principios, que no lo hicieron en nombre de la literatura ni de la música, sino el nombre de la expresión dramática”. Enrico Fubini: La estética musical desde la Antigüedad hasta el siglo XX, ed. de Carlos Guillermo Pérez de Aranda, Alianza Música.
Veamos, finalmente, a Bellini y a su libretista, Felice Romani: “El aria final de La Straniera, ‘Or sei pago, o ciel tremendo’ se modificó varias veces, hasta tal punto que al final Romani se rebeló: ‘Pero, a ver, ¿qué es lo que quieres tú?’, le preguntó al compositor. ‘Quiero un pensamiento que sea al mismo tiempo una plegaria, una invocación, una amenaza, un delirio’, y Bellini se precipitó al piano para ilustrar sus intenciones. Romani comprendió por fin, ¡y los ocho versos hallaron su forma definitiva!” Felice Romani ou le classicisme romantique, artículo de Jacques Joly en L’Avant-scène Opéra, nº 122, Les Capulets et les Montaigus, julio 1989.
No creo que sea necesario insistir más en cuanto a teatralidades. No estará de más recordar el título de un artículo (un tanto escéptico), de uno de los más importantes directores de escena operísticos de los últimos tiempos, el ya desaparecido Patrice Chéreau: Si tant est que l’opéra soit du théâtre (Lulu, vol. 2, Opéra de Paris, 1979). Sí, podemos creer que la ópera es teatro y sin embargo cuestionárnoslo: “bueno, si es que la ópera es teatro”.
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Tal vez sea importante advertir que este libro aborda óperas de una determinada época que se presenta a menudo como contexto, pero que el contexto no se limita a épocas llenas de política, nacionalismo, guerras y otras desdichas: también es necesario a veces el contexto de la propia escuela o la carrera del músico, porque una cosa es el operista, y otra, el compositor en conjunto y la casa musical en la que vive. Así, este libro trata de óperas, de músicos, y de momentos históricos cuando es indispensable. Pongamos que es más necesario referirse a la época de Shostakóvich y Prokófiev (Guerra mundial, Guerra civil, revolución, terror…) que a la de Debussy; simplemente, a Debussy no le afectó en modo alguno que su época fuera la del affaire Dreyfus, o el auge del irredentismo francés por culpa de Alsacia y Lorena, abusivamente incorporada al Reich alemán tras la guerra franco-prusiana. A los dos compositores rusos les afectó en exceso. El llamado contexto es importante en Janáček y en Bartók: porque son compositores cuya obra (como la de sus compatriotas músicos) habría sido otra cosa de no haber nacido en un país que se encontraba dentro del Imperio austriaco o Austro-Húngaro y en plena Europa Central.
Este libro es el primer volumen de una obra que abarca más compositores de ópera de la primera mitad del siglo XX, esa media mitad que consideramos prácticamente como una centuria en sí misma. En el segundo volumen, abordaremos a Richard Strauss y otros compositores de Europa Central. Y veremos el nacimiento de la ópera en Estados Unidos, entre otros temas.
El autor lleva décadas conviviendo con estas óperas. Es inevitable que se cite o se plagie a sí mismo. Los textos de cada capítulo le deben mucho a otros escritos del autor, pero se trata de un libro nuevo que, por decirlo de algún modo, no parte de cero.
Está escrito por alguien que se dedica al ensayo musical desde hace más de tres décadas; pero también es dramaturgo, y hasta autor de algunos libretos de ópera. Las referencias a puestas en escena se limitan mucho, pero no se esquivan. El enfoque teatral es deliberado. E inevitable.
Este libro lo terminó el autor el día de Nochebuena de 2015, cuando se cumplían ochenta años de la muerte de Alban Berg, cuarenta de la de Bernard Herrmann y siete de la de Harold Pinter. El día del cumpleaños de Ava Gardner.
Como se suele decir: cada loco, con sus mitos.
Madrid, diciembre de 2015