EL DESPERTAR DE EURÍDICE

AUTORA:  Encarnación Pisonero


EL DESPERTAR DE EURÍDICE

 

© Encarnación Pisonero

 

© Epílogo: Marifé Santiago Bolaños   

 

© Sobre la presente edición: Ediciones Huso, 2024

Editora y fundadora: Mayda Bustamante

 

© De la cubierta:  Orfeo y Eurídice, Camille Corot 

© Carictura de la autora: Carlota Cuesta

 

EDICIONES CUMBRES 

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Fundadora de Ediciones Cumbres: Mayda Bustamante

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ISBN: 978-84-124628-5-2

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RESEÑA AL LIBRO

El despertar de Eurídice es la visión de la poeta Encarnación Pisonero sobre el personaje de Eurídice, ignorado desde el inicio del mito hasta nuestros días, aunque la figura de Orfeo se ha tratado casi al infinito.

 

 

Una visión actual donde se rescata la figura de la mujer para restituirla en su esencia individual, independiente, y libre. En definitiva, para ser dueña de su destino. 

INTRODUCCIÓN

 

El mito de muerte y resurrección que implica la leyenda de Orfeo ha sido tratado en la literatura y la filosofía desde el inicio. Homero, relata los descensos de Eneas y de Ulises al Hades; en la epopeya de Gilgamesh el héroe encuentra a su amigo Enkidu, a las puertas del infierno. Platón lo cita y trata en El Banquete, en Fedón, y La República. En Pausanias, Eurípides y Píndaro lo encontramos en fragmentos. 

 

Virgilio habla de Orfeo en las Geórgicas (4.460 ss.) y Ovidio en las Metamorfosis (X y XI, 1-84). Quizá sea la versión de Ovidio el mito más conocido, donde el héroe épico se puede parecer a un semidios, pues la sociedad a la que prefigura tiene un imaginario, diríamos quimérico, donde la convivencia de dioses y hombres, vivos y muertos, se admitía como convivencia normal, al igual que el paso entre el mundo terrestre y el inframundo, mientras que el posterior héroe trágico tiene que demostrar constantemente su grandeza.

 

También sabemos de Seneca, Lucano y Apolodoro por fragmentos. Dante cita a Orfeo, sólo una vez, en el Purgatorio, pero es un verdadero viaje órfico lo que realiza en su Divina Comedia. En el S.XIII, Alfonso X el Sabio, lo consigna en la General Estoria.

 

Hay un Sir Orfeo, en un dialecto del Sur de Inglaterra del S. XIV, trasladado al ambiente de la Corte del Rey.

 

Garcilaso de la Vega hace varios poemas a Orfeo. Juan de Jáuregui publica en 1624 un Orfeo, en cinco cantos, en octavas reales, dedicado al Conde Duque de Olivares, como “Antídoto contra la pestilente poesía de Las Soledades”, al que el propio Góngora le contesta. En ese mismo año se publica un Orfeo en lengua castellana de Juan Pérez de Montalbán, con cuatro cantos. Lope de Vega lo trata en El marido más firme y en los Sonetos. Quevedo en la poesía amorosa, y Calderón de la Barca en el auto sacramental El Divino Orfeo. 

 

En Ópera tenemos un libreto de 1782 Orfeo y Eurídice de Pierre-Louis Molina. Otro con igual título, en tres actos, publicado en 1889, de Ranieri de Calzabigi. Y con el título Orfeo y Eurídice están los libretos de Ottavio Rinuccini y de Alessandro Striggio; el primero, resaltando la figura de Eurídice y el segundo, la de Orfeo. Claudio Monteverdi pone música en 1607, sobre el libreto de este último. El texto de Rinuccini se ha perdido, creo, pero es el único que terminaba con cierto final feliz, y es Jacopo Peri quien le pone música en1600. Christoph Willibald Gluck compone Orfeo y Eurídice en el siglo XVIII, y Offenbach en el siglo XIX Orfeo en los infiernos. La ciudad de Munich encarga a J.C. Marset un libreto para la Bienal del Teatro Musical, que será El secreto de las sirenas (1999), donde estas dialogan con Orfeo.

En ópera ha sido representada la tragedia en diversas ocasiones. La versión de Pierre-Louis Molina se representó en el Teatro Real de Madrid en la temporada 2007-2008.

 

El mito también ha sido representado en ballet. Desde 1948 que lo realiza el gran bailarín George Balanchine, con música de Stravinsky, en el Metropolitan Ópera de Nueva Yorch, se han sucedido las representaciones. Por nos extendernos citamos una de las más notables entre las contemporáneas, Orfeo y Eurídice con coreografía de Pina Bausch, y la bailarina Marie-Agnès Gillot que se representó en el Ballet Ópera Nacional de París, en el 2008, y que será representada, años más tarde, en el Teatro Real de Madrid. Y en el 2014 se representa en Madrid por el ballet Nacional con coreografía del inglés Thomas Noone y un elenco de más de veinte bailarines en escena, siendo los protagonistas Laura Benítez (como Eurídice), y Abel Reyes (como Orfeo).

 

Friedrich Nietzsche trata el tema, al hablar de lo apolíneo y lo dionisiaco, en El origen de la tragedia. John Keats cita en Endimión dos veces a Orfeo y una a Eurídice. Rainer María Rilke, obsesionado con el tema, compone en primer lugar Orfeo, Eurídice y Hermes, y años después insiste con la magnífica obra Los Sonetos a Orfeo. Miguel de Unamuno lo trata en Niebla. Julio Cortázar hace una versión, muy particular, en el relato Manuscrito hallado en un bolsillo. Víctor Botas escribe De los Nombres de Eurídice. Ángel González lo trata en dos poemas del libro Palabra sobre Palabra. También tenemos a Fernando de Villena con La tristeza de Orfeo. Antonio Enrique publica el poemario Orphica en 1984, verdadero viaje iniciático. En 1970 Elena Asins crea Cantos de Orfeo, poema visual de carácter musical subtítulado Sinfonía poemática para tres voces y coro. Sobre la obra de Jenaro Talens Orfeo filmado en el campo de batalla, se rueda un corto en 1969, dirigido por Antonio Maenza. Luis Martínez Merlo compone Orphénica Lyra. Guillermo Carnero en su obra El Sueño de Escipión incluye el poema “Ineptitud de Orfeo y Alabanza de Alceste”. Carles Riba lo incluye en Elegías de Bierville; el premio Nobel Czeslaw Milosz, en sus obras completas Tierra inalcanzable, figura el poema Orfeo y Eurídice, y Antonio Colinas escribe el poemario El jardín de Orfeo. 

 

 Diversos autores han estudiado el tema a través de la obra de otros, Luís Antonio de Villena en La lógica de Orfeo. María De Luis en Balada de Orfeo; también tratan el tema Ricardo Mora de Frutos, P. Cabañas, J E. Duarte, F. López Estrada, Jorge Fernández López, Ángel Prieto de Paula, ...

 

Podríamos extendernos mucho más, pero nos limitaremos a citar algunos de los autores más importantes de la literatura universal que tratan el tema: Homero Aridjis, Paul Valéry, Hölderlin, W.H. Auden, etc.

 

Entre la lista de autores que tratan la figura de Eurídice destacan el dramaturgo francés Jean Anouilh que publica Eurídice en 1941, adaptando el tema a la realidad de los años treinta, que se representa en Broadway, en 1951, bajo el título Leyenda de los amantes, y en 1954 se vuelve a representar bajo el título Punto de partida; Hilda Doolittle y Margaret Atwood, tienen sendos poemas a Orfeo y Eurídice; Edith Sitwell habla por boca de Eurídice al igual que Ingeborg Bachmann; Chantal Maillard en Diarios indios habla sobre Eurídice; en el libro Amor Deshabitado de Ánxeles Penas hallamos el poema Carta de Eurídice a Orfeo; Claudio Magris, con un argumento alejado de lo clásico, hace escribir una carta a Eurídice en la obra Así que Usted comprenderá; el ucraniano, Pedro Bloch, el monólogo Las manos de Eurídice. También toca el mito Gottfried Benn afectado por la muerte de su esposa; y Cesare Pavese en los ensayos El mito, y en Diálogos con Leucó donde Orfeo cuenta a la ninfa Leucina como fue su encuentro con Eurídice; la poeta argentina, Graciela Maturo, lo trata en dos ocasiones, la primera en Canto de Eurídice (1966), y la segunda, en Orfeo canta (1995). Y la mexicana Esther Seligson tiene tres ensayos “Eurídice”, “Orfeo y Eurídice” y “Eurídice vuelve” introduciendo variantes en la versión clásica del mito; y en 2023 Rosana Acquaroni lo incluye en un poema del libro 18 ciervas.

 

En edición del 2015 un estudio de Carlos García Gual y David Hernández de la Fuente, sobre El mito de Orfeo, ponen de manifiesto la fuerza de este mito que abarca los poderes cósmicos del amor, la muerte y la poesía, unida a la música, a través del recorrido por la literatura de todos los tiempos, y como colofón incluyen el ensayo, de Jordi Balló y Xavier Pérez, a través de la cinematografía. 

 

La mayor repercusión actual del mito creemos que se da en el mundo del cine o al menos resulta más evidente. El iniciador del mito en el séptimo arte, Jean Cocteau, hace una trilogía fílmica La sangre de un poeta; Orfeo; y El testamento de Orfeo. Desde entonces muchos son los directores de cine que han tratado el mito, de una u otra manera. Marcel Camus dirige la película Orfeo Negro. Fritz Lang en Encubridora; Hitchcock en Vértigo; Antonioni en Identificación de una mujer y en Blow Up; Coppolla en La conversación; Brian de Palma en Impacto y en Fascinación; Clin Eastwood en Sin perdón y en Fuera de la Ley; Alec Proyas en El Cuervo; David Lynch en la serie de 18 episodios Twin Peaks: The Return (que los escribe además de dirigirlas); Haruki Muramaki en Tokio Blues; Naomi Kawase en El bosque del luto; Park Joon-woo en la serie Taxi Driver; Roger Corman, basándose en la obra de Poe, realiza los metrajes El pozo y El péndulo, La tumba de Ligeia, y otros; Roman Polanski en La novena puerta; Stanley Kubrick en Eyes Wide Shut; José Luís Guerín en Tren de sombras, y En construcción; HowardHawks en Tierra de faraones, donde busca la belleza en el pasado. 

 

En todos ellos, sus héroes realizan su particular viaje órfico sólo que, en estos tiempos, el viaje a los infiernos no es al Hades sino al mundo de las drogas, el alcoholismo, el crimen organizado, los secuestros, el sexo, la venganza, o la ciencia ficción, pero quizá sea Jean-Luc Godard en Historia(s) del cine quien nos ofrezca una mejor visión del nuevo Orfeo, al estilo proustiano, pues ¿qué puede haber más heroico que ir en busca del tiempo perdido? Y no podemos olvidarnos de la obra de un auténtico genio como Fellini, que ya había rozado el tema en La dolce vita, pero en Ocho y medio muestra al artista en busca de inspiración.

 

Quien logra regresar del viaje, ha realizado, no sólo un acto heroico, o tal vez por ello, sino también se ha purificado, como requiere todo viaje iniciático, y el que regresa ya es otro distinto del que partió. 

 

Igualmente, Maurice Blanchot, en el ensayo La mirada de Orfeo, plantea la actitud del artista ante la creación de la obra porque “el arte es el poder por el cual la noche se abre”. El viaje de Orfeo en busca de Eurídice refleja impaciencia y falta de fe en su propia obra, por eso la pierde y se pierde.

 

 El descenso a los infiernos es una manera de realizar la iniciación o dicho con palabras de Blanchot “la dificultad de la experiencia y el salto de la inspiración”. Tanto Virgilio como Dante reconocen, únicamente, en el artista la capacidad de transitar entre la vida, la muerte y el sueño, pues es una temeridad órfica afrontar el encuentro de lo inexplorado.

 

En este breve recorrido se señala la importancia e interés que el mito ha suscitado a través de todas las épocas, perdurando en nuestros días, pues el hombre no puede escapar al mito ya que es un ser simbólico. En esta reinterpretación del mito trágico nos centramos, especialmente en el amor, la muerte y la poesía, fuerzas cósmicas que permanecen a pesar de los cambios que el tiempo provoca.

 

 Aquí resaltamos la figura femenina que, como casi siempre, ha sido olvidada y hasta negada a lo largo de la historia, dándole una visión diferente de la clásica. Coincidimos con el pensamiento que Pavese pone en boca de Orfeo, al hablar con la ninfa Leucó “Es menester que cada uno descienda una vez a su infierno” (1) pues todo conocimiento requiere la previa contemplación interior. 

 



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MADRID- ESPAÑA